LA CERULLA
Coordenadas geográficas:
0º61'13", 42º9'44"
Coordenadas UTM (ETRS89 H30):
798763, 4666789
La vida de subsistencia en los mases de La Cerulla:
Con el asentamiento de la población en estas sierras tras la reconquista cristiana proliferaron numerosos núcleos poblacionales. Con el paso del tiempo, el aumento de la demografía hizo que no todo el mundo tuviera cabida en estas localidades, lo que favoreció un tipo de hábitat disperso –ayudado por lo escabroso del terreno–, que permitió a los pequeños propietarios subsistir junto a sus propiedades. Éste fue el comienzo de la aparición de los mases, similares a las masías catalanas, los caseríos vascos o las pardinas de otras zonas de la provincia de Huesca. Su ubicación, la mayoría de las veces alejada varias horas del pueblo más cercano, las convirtió en unidades de producción de subsistencia, donde se obtenía todo lo que se consumía y el excedente se llevaba a vender a ferias y mercados.
Los mases de La Cerulla, situados al sur de Viacamp y pertenecientes al hoy deshabitado L’Estall, se levantaron en lo alto de la sierra del Montsec de Aragón. El conjunto está conformado por seis mases: el de Quintillá, el de Chiquet, el de Perepiqué, el de Gabarrella, el de Serradet y el d’Abaix –en los que se cultivaba cereal, vid y olivo–; más la ermita de San Antonio, nexo de unión entre ellos. Antaño, sus habitantes acudían a este edificio religioso en romería, con anterioridad a su despoblamiento en los años 60 de la pasada centuria, fruto de la construcción del embalse de Canelles y de la incomunicación a la que estaban sometidos.
El éxodo rural generalizado en las zonas de montaña, las dificultades en las vías de comunicación, la mayor de las veces inexistentes y en otras apenas representadas por antiquísimos caminos de herradura, la agreste y complicada orografía o la construcción del embalse de Canelles en 1960 fueron algunos de los factores que influyeron en el progresivo aislamiento, abandono y despoblación de los pueblos de esta sierra. A partir de la guerra Civil de 1936, pero especialmente en los años 50 y 60 del siglo XX, se produjo un fenómeno de emigración a la ciudad que condenó a la despoblación a muchos de los núcleos perdidos en estos recónditos parajes ribagorzanos. Caserras del Castillo, Fet, Montgai o Soriana fueron testigos de cómo las puertas de sus casas se cerraban para siempre. Un caso digno de mención es la férrea resistencia de Santiago Pena, el último habitante de L´Estall –premio Félix de Azara 1996–, quien pasó más de 25 años de vida en solitario en el lugar que le vio nacer.